Se llama Estefanía Sompo Johnson. Estefanía estuvo enferma en el hospital Loeri Komba de Malabo, una de las trampas mortales más notorias para los pacientes COVID-19 durante meses. Su hija filmó un video pidiendo ayuda porque ni ella ni su madre podían pagar 50.000 CXA (alrededor de 90 USD) por el oxígeno que necesitaba del hospital. La hija de Estefania, una chica de aspecto tímido, no podía imaginar los problemas a los que se enfrentaría cuando buscó la ayuda de una pequeña ONG llamada Somos+.
En los hospitales públicos de Guinea Ecuatorial se le puede pedir a los pacientes que paguen por cada jeringa o cada píldora que receten. Normalmente recibes la receta y debes ir a la farmacia del hospital para pagar todo. Y esto solo cuando la medicación está disponible en los estantes de la farmacia. En el caso de que una familia no pueda pagar, los hospitales podrían expulsar al paciente. Las familias deben reunir hasta la última moneda de sus ahorros para salvar a sus seres queridos.
En un país gobernado por cleptócratas esto no es una sorpresa. Guinea Ecuatorial tiene uno de los ingresos per cápita más altos de África, sólo por detrás de las pequeñas islas de Seychelles y Mauricio. Pero esos vastos recursos están controlados por la “corte” del presidente, enviando dinero al extranjero en cuentas ocultas en lugar de proporcionar atención médica a los ciudadanos. En 2016, casi 2 millones de dólares se incautaron precisamente en las Seychelles debido a que no justificaban la procedencia de estas cantidades a las autoridades de Seychelles, como informó Diario Rombe. Más recientemente, un periódico español descubrió una mansión de 5 millones de euros en Madrid bajo el nombre del ex jefe de la Compañía Nacional de Petróleo y cuñado del presidente, Cándido Nsue Okomo, además titular de la cuenta en Seychelles.
Con todo el dinero robado, el Estado podría permitirse ofrecer oxígeno gratis a Estefanía y para todos los ciudadanos de Guinea Ecuatorial durante años. En su lugar, los cleptócratas compran vehículos de lujo y caprichos con el dinero del Estado.
Mientras que la hija de Estefania necesita suplicar por la vida de su madre, los cleptócratas no tienen ningún rubor en usar unos pocos francos del botín saqueado al Estado, para lavar su imagen y presentarse como donantes benevolentes.
La petrolera nacional, ahora encabezada por un yerno del presidente, Antonio Oburu, «donó» 200 millones de francos (360.000$) para luchar contra la COVID-19 en el país, mientras que al mismo tiempo esa compañía pagó por el jet privado del Sr. Oburu para traer a su hija de Londres a Malabo ante la cuarentena impuesta en el país.
Y es que desde el comienzo de la pandemia del COVID-19, los cleptócratas aprovechan la oportunidad para lavar su imagen «donando» mascarillas o negociando acuerdos con compañías petroleras para donar material. Los cleptócratas quieren aparecer como héroes ante las mismas víctimas a las que atracan un día tras otro.
Por ejemplo, en el pasado, el bufete de abogados «Centurion» supuestamente pagó viajes privados al ministro de minas, Gabriel Mbega Obiang Lima, otro hijo del presidente. Esta firma está vinculada a los principales contratos petroleros de Guinea Ecuatorial y está encabezada por un primo del mismo ministro. Mientras el aliento de Estefanía se ahoga, el ministro de minas de su propio país parece haber registrado decenas de empresas en Chipre bajo el nombre de «Gabangare Holdings Ltd», una poderosa compañía de inversión con intereses en casi todos los sectores del país.
Esto no es caridad. Es una campaña mediática donde los ladrones dejan solo migajas a aquellos a los que están atracando.
En Guinea Ecuatorial, el vicepresidente del país, «Teodorín», condenado en Francia por corrupción, es sólo la punta del iceberg, es sólo el árbol que oculta el bosque.
Una cleptocracia es un sistema complejo. Es un sistema que no permitirá que una ONG como Somos+ trabaje libremente. Su líder, un reconocido activista de derechos humanos, Joaquín Elo Ayeto, fue torturado y detenido durante más de un año con acusaciones falsas. Joaquín, como muchos activistas, son atacados, encarcelados o despedidos de sus trabajos por dar voz a la gente común. Una cleptocracia se asegurará de que el sistema judicial sea lo suficientemente débil como para que no pueda investigar a los propios cleptócratas.
Por ello esta cleptocracia encarceló a una enfermera que contó sus preocupaciones de falta de oxígeno en un hospital como aquel en el que Estefanía estaba convaleciente. Esta cleptocracia prohibió la publicación de información que podría empañar su imagen, por eso la información sobre la pandemia se detuvo repentinamente, y la rendición de cuentas del gasto público no es una prioridad. Esta cleptocracia acosó desvergonzadamente a la hija de Estefania por el video donde pedía con un nudo en la garganta que salvaran a su madre.
Estefanía representa la lucha por sobrevivir en un sistema cleptocrático. Probablemente le costó educar a su hija en una casa sin agua corriente ni electricidad permanente, o tuvo que enviarla a un colegio sin electricidad ni letrinas en un país donde los gobernantes están entre los más ricos del mundo.
El único pecado de Estefanía fue enfermar durante la pandemia COVID-19, una enfermedad que probablemente ni siquiera padeció, pero su condena a muerte estaba firmada mucho antes por aquellos cleptócratas que mucho antes le quitaron el oxígeno que necesitaba para respirar. Murió el pasado mes de abril.
Descansa en paz Estefanía Sompo Johnson.